El presidente ruso, Vladimir Putin, acusó ayer a Occidente de estar detrás de las filtraciones recogidas por los papeles de Panamá con el objetivo de desestabilizar la situación social y política en Rusia. Pero evitó aclarar ninguno de los datos que han aparecido sobre las actividades de personas de su entorno. «No tengo nada que comentar porque no figuro en esos papeles», señaló Putin durante un foro de medios del Frente Popular Panruso.
«Que detrás de esto están cargos públicos y los órganos oficiales del propio Estados Unidos nos lo demostró Wikileaks», añadió.
A Vladimir Putin le gusta recordar una lección que le enseñaron «las calles de San Petersburgo». Si ves «que va a haber pelea, golpea primero«. Tal vez por eso desde su oficina de prensa llevaban semanas alertando de un gran ataque informativo contra el presidente de Rusia antes de que el público pudiese conocer de qué se trataba.
No puedo evitar empatizar con Putin cuando echa la vista atrás: «Cuando nuestro país se encontraba en una situación muy complicada y estaba en ruinas, a todo el mundo le gustaba enviarnos patatas y dictarnos lo que consideraban conveniente, para utilizarlo en su propio beneficio», dijo ayer Putin.
Pero volvamos al presente. El informe menciona, en particular, a algunas personas próximas al presidente, como los oligarcas Arkadi Rotenberg y Yuri Kovalchuk o el violonchelista Serguei Rolduguin, un íntimo amigo de Putin.
Este maestro de los instrumentos de cuerda no tiene especial afán en esconder su profunda amistad con Putin. Desde 1977 es como un «hermano» para él, como ha contado en la biografía oficial del presidente. En aquellos años, Putin tenía un coche marca Zaporozhets y ambos conducían hasta altas horas por Leningrado. El coche tenía una avería que hacía que el motor emitiese un sonido insufrible. Vladimir y Serguei cantaban a pleno pulmón, con el pudor a buen recaudo gracias al intenso ruido del motor.
Roldugin conoció a la primera novia de la universidad de Putin, una hipocondriaca con la que estuvo a punto de casarse. También fue de los primeros a los que el actual presidente ruso confesó que estaba trabajando en el KGB. Roldugin intentó sonsacarle:
-Yo soy músico, mi trabajo es tocar un instrumento. Tú eres un espía. Pero dime en qué consiste eso.
-Soy un especialista en relaciones humanas.
«Tratan de erosionarnos desde dentro para hacernos más dóciles. Por eso han creado este producto informativo», argumentó ayer el líder ruso, que cree que en Occidente «lo que más le molesta es la unidad de nuestro pueblo» y que por eso no se perdona la independencia de la política exterior del Kremlin, en particular en Ucrania y Siria.
También se burló de los titulares de prensa occidentales: «Hay cierto amigo del presidente Putin que ha hecho algunas cosas que pueden contener un elemento de corrupción… no existe tal corrupción». Y añadió: «Su humilde servidor no figura allí. Encontraron a algunos de mis amigos, hurgaron algo y lo pegaron. Sin embargo la foto de su servidor está en el primer plano».
Es verdad. El César no aparece en esos papeles, aunque sí que se han señalado indicios que apuntan a su persona, pero no los voy a repetir aquí. En Rusia es habitual que la élite, pese a su desaforado patriotismo, tenga el dinero fuera. Y la casa. Y los hijos. Incluso un pasaporte extranjero es codiciado por algunos políticos. Nos chirría en España, porque somos un país aburrido donde los políticos apenas se atreven a veranear fuera del país.
Lo más gracioso es ver la ola de mariachis que en las redes sociales han denunciado un montaje contra Rusia (de nuevo la parte por el todo) a la vez que festejaban que otras figuras que no están dentro de su santoral apareciesen retratadas con el carrito del helado: Pilar de Borbón (monarquía mala) o David Cameron (capitalista, otánico, anglosajón malo). Según ellos, el malvado Soros ha pagado de su bolsillo este libelo contra Putin, pero el resto resulta que, claro, es verdad. Que sirvan otra ronda.
También se ha apuntado, acertadamente, que en esa filtración faltan cosas. ¿Alguna filtración es completa? Ni las que sufren los barcos…
Esta actitud pusilánime me recuerda a la célebre frase de Rajoy sobre los papeles de Bárcenas: «Todo es mentira, salvo alguna cosa».
Debajo de todas estas maniobras de distracción subyace una pulsión analfabeta que vincula la Rusia actual con el socialismo o sus rémoras. Y por eso se le atribuyen milagros y se le saca en procesión por los callejones menos iluminados de la izquierda. Una fantasía.
Pero con la fantasía se puede llegar muy lejos elucubrando, mientras el resto de la gente pierde el tiempo con esa debilidad del alma humana llamada «pensar».
Entre tanto dogmatismo y cutrez, me quedo con este making off de los Panama Papers, a cargo de El Confidencial.
Bien hecho.
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