Chernóbil, la vida sin nosotros

En abril de 1986 se produjo el accidente nuclear más grave de la historia, en el reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil, cerca de Kiev. Pripiat, a tres kilómetros de la central, es una ciudad fantasma. FOTO: XAVIER COLÁS

La desolación de esta ciudad, que un día fue un ideal del urbanismo soviético, golpea antes de cruzar el control policial que da acceso. Basta la ficha del padrón municipal: «Localidad: Pripiat. Fundación: 1970. Viviendas: 20.414. Habitantes: 0». Estos parámetros contienen las ambiciones del líder soviético Leonid Brezhnev, que soñó con una urbe moderna vacunada contra los atascos que EEUU y Europa empezaban a sufrir entonces. Hubo un día en el que todos querían vivir en Pripiat. Hoy es una ciudad fantasma situada a tres kilómetros de la central nuclear de Chernóbil. Sin embargo, la vida ha seguido sin nosotros. Y la naturaleza, tan ancha, se ha dado un modesto festín con nuestra ausencia.

Hoy la maleza ha tomado la delantera, colándose en la planta baja de las casas con la ayuda de una arena que ya no teme a las escobas ni a los felpudos. Los árboles han seguido con su vida, y crecen sin permiso donde les toca: delante de una puerta o en medio de la calle. También se yerguen sobre la tierra acumulada encima del hormigón, con las raíces creciendo en horizontal, de manera que con frecuencia caen al suelo con el primer golpe fuerte de viento.

Libros, muñecas, coches de choque… todo recuerda la vida idílica que inundaba la ciudad modelo. FOTO: XAVIER COLÁS

Los jabalíes, lobos y zorros son los nuevos excursionistas. Los pájaros carpinteros se han hecho cargo de las oficinas y los alces se creen que son los dueños de la carretera: dos veces casi chocamos contra ellos con el coche. No hay más policía que el águila de cola blanca, que vigila desde las alturas. Pero sin basura la presencia de insectos y roedores es más modesta que antaño.

Hay una aspereza invisible en Pripiat que hace que te espante tocar el suelo. Como si fuese un rallador de queso con el que no quieres frotarte, aunque sabes que la peor parte se la llevaron otros. Como antes del accidente no se hacían pruebas de cáncer, resulta difícil calibrar las víctimas que durante estos años se ha cobrado la radiación. Pero hay detalles funestos que demuestran que, aunque se evacuó Pripiat a las 36 horas, la nube tóxica corrió más: en Slavutich, la ciudad que se construyó tras la catástrofe para acoger a casi todos los evacuados, se hizo un cementerio con capacidad para 50 años, pero han pasado más de 30 y ya está lleno.

Salir de Pripiat es como escupir tras haberte enjuagado con veneno. Al hilo del furor por la serie de HBO, EL MUNDO ha republicado el texto que escribí en 2016 tras volver de esa zona cero.

Por cierto que dimos hace unos días el sorprendente vídeo que compara las imágenes reales con la serie. Resulta que Thomas Flight, que se dedica a realizar ensayos en vídeo sobre diversos temas, ha editado esta pieza con el apoyo de MUBI.

«En ella queda claro que lo que se cuenta en Chernobyl fue recreado prestando mucha atención al detalle. A excepción de determinadas licencias narrativas, las diferencias con la realidad son casi anecdóticas y hay escenas calcadas de lo que aconteció por aquel entonces en Ucrania. Se pueden ver los ‘biorrobots’ quitando los bloques de la azotea, los mineros trabajando, los voluntarios que trataron de drenar el agua de la central y hasta cómo una presentadora dio la noticia en televisión. También sale el auténtico Valeri Legásov, interpretado por Jared Harris en la serie, llegando en coche a las inmediaciones del desastre».


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