Gracias, Manuel Marín. Y disculpe el revoltijo.

Fue en 2008. Yo llegué resacoso a la entrevista, sin desayunar.

Manuel Marín, que ha fallecido este lunes en Madrid a los 68 años de edad tras una larga enfermedad, había dormido menos todavía: se había acostado a las cuatro de la mañana por ver en Kiel (Alemania) la última gesta en balonmano de su Ciudad Real del alma.

Esa mañana tenía buena cara. Se había librado del puesto de presidente del Congreso ‘chamuscado’ por la crispación de la legislatura zapateril y había encontrado refugio en la fundación Ciff de la Universidad de Alcalá. Hablamos del medio ambiente -su nuevo tema- pero también de la Transición española, donde su barba fue una de las que sobresalió.

«De las Cortes Constituyentes recuerdo un fuerte simbolismo de esfuerzo colectivo. Había que hacerlo bien, nos dijimos: esta vez tenemos que triunfar. La gente que hizo la Transición, y no me refiero sólo a los políticos, es de las pocas generaciones triunfadoras que ha dado la historia de España».

Para mi Manuel Marín es una foto tomada por Alfredo García Francés: España descansando con las piernas sobre la mesa. Y a sus pies, Europa. Tal vez me gusta porque tal y como está tomada, el de la foto podría ser mi padre. Pero es Manuel Marín, secretario de Estado para las Relaciones con las Comunidades Europeas, en su despacho, durante las negociaciones de integración en la CEE, en 1985.

El tipo era meticuloso sin llegar a soso. A mitad de la entrevista me dijo: «Pero oye, ve preguntándome por temas, porque te está quedando un revoltijo, ¿no crees?»

Ahora, cada vez que me queda una entrevista un poco ‘zig zag’, pienso: «Mira el revoltijo, otra vez».

En mi trabajo algunas veces me veo con gente con quien tengo una deuda personal, y ellos no lo saben. El tesón europeísta de Manuel Marín hizo posible un gran paso en la integración continental: el programa de movilidad de estudiantes universitarios, más conocido como Erasmus, creado en 1987. Lo logró sacar adelante pese a la oposición del Reino Unido y Francia. Ahora los descreídos del proyecto europeo están dentro, pero ni unos ni otros han podido averiar la mejor herramienta de la integración de la UE: que los europeos se conozcan, que beban y estudien juntos. Incluso revueltos. Sí, el revoltijo, otra vez.

Cuando estábamos haciendo la foto en la calle, de nuevo se desmintió a sí mismo el ‘soso-man’.

El patio de la fundación CIFF, situado casi en el punto medio entre las oficinas del rectorado de la Universidad de Alcalá y las de la alcaldía de Alcalá de Henares, fue escenario del encuentro entre dos compañeros de quehaceres políticos: Manolo Marin …y Pilar Lledó, ex delegada del gobierno en Madrid, que también trabajaba ahí. Lledó surgió del balcón y el ex presidente del Congreso, que estaba posando para la fotógrafa del periódico tras acabar la entrevista, se arrancó con el don Juan de Zorrilla: «Pilar del Alma Mía… Luz de donde el sol la toma / hermosísima paloma / privada de libertad».

Y así, recitando, fue la última vez que lo vi: no está mal para un burócrata.

El titular de esa entrevista fue: «Unos y otros me ven como un tipo correcto, y ése es mi patrimonio»

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