El poeta ruso Yevgueni Yevtushenko falleció ayer a los 85 años en Estados Unidos por un problema cardiaco.
Nacido en 1932 en el pueblo siberiano de Zima, publicó su primer poema en 1949 en el diario soviético Soviétski Sport, y unos años después se convirtió en el miembro más joven de la Unión de Escritores de la URSS, tal y como cuenta el puntual teletipo de Efe. En su momento de mayor fama, Yevtushenko leyó su obra en estadios de fútbol. Hasta 200,000 personas en 1991 que acudieron a escucharlo durante un fallido intento de golpe de Estado en Rusia.
Su poesía abordó episodios dolorosos de la historia del país, como el antisemitismo (Babi Yar, 1961).
El año pasado me tocó escribir sobre Babi Yar, el barranco que se tragó a 50.000 judíos. Recuerdo bajar por el terraplén a las afueras de Kiev, el recuerdo macabro todavía chispeante.
El 26 de septiembre los nazis decidieron exterminar a la población judía de Kiev. Más de 33.000 personas fueron asesinadas en dos días. Eran llevados al borde del barranco y asesinados.
El relieve del barranco de Babi Yar aportaba una solución perfecta. Les conducirían hasta el punto exacto donde los iban a matar y les ordenaban quitarse la ropa
Ucrania y otros territorios soviéticos fueron el ‘laboratorio’ de la Solución Final. Como sabiamente tituló Javier Redondo en ‘La Aventura de la Historia’, Babi Yar fue «la trastienda del Holocausto».
Un horror.
Eran obligados a cavar su propia tumba. Debían ir acostándose desnudos sobre los cadáveres fusilados anteriormente pero en sentido contrario. Muchos de los soldados nazis estaban medio borrachos para poder cumplir así su lúgubre tarea: matar a sangre fría a civiles indefensos.
Hasta la liberación de Kiev por el Ejército rojo, en noviembre de 1943, unos 200.000 murieron en Babi Yar y sus alrededores. Moscú siempre evito dar una dimensión antisemita de la matanza. Pero este poema, titulado precisamente ‘Babi Yar’ y escrito por Yevgeny Yevtushenko, denunció en 1961 que las autoridades estaban mirando para otro lado mientras la generación que lo había vivido se hacía vieja rumiando en silencio.
Babi Yar
por Yevgeny Yevtushenko
«… Y en torno a Babi Yar suena la hierba que ha crecido salvaje desde entonces. Los árboles nos juzgan. Todo grita pero el grito está hecho de silencio. Al descubrirme observo mi cabello. También ha encanecido. También grito por los miles de muertos inocentes masacrados aquí. En cada anciano y en cada niño al que mataron muero…»
A Yevtushenko no le gustaba calificar esto como poesía política, la consideraba poesía de los derechos humanos, algo defiende la conciencia humana como el mayor valor espiritual», dijo siempre Yevtushenko.
Dicen que un poeta en Rusia es más que un poeta.
Después de este famoso poema sobre Babi Yar llegaría Dimitri Shostakovich con su 13ª sinfonía, una pieza musical que, usando esa misma poesía, estaba consagrada a inmortalizar esa tragedia.
Se escuchó por primera vez en Moscú en 1962. Tanto Yevtushenko como Shostakovich fueron reprendidos por las autoridades soviéticas por su «cosmopolitismo». El gobierno de la URSS erigió por fin un monumento en 1976 para recordar a «los ciudadanos soviéticos» que perdieron sus vidas. Hubo que esperar a 1991 para que se recordase allí, medio siglo después de la tragedia, la masacre de judíos.