Tres décadas después, frente al ruido de la globalización, muchos moscovitas han de recordar estos días aquella tarde remota en laque la Perestroika los llevó a conocer el Big Mac. «Las colas eran interminables, y al sentarse por fin en la mesa la gente abría el Big Mac como si fuese un regalo: nadie lo llamó ‘fast food’, estábamos todavía en la URSS», recuerda Gregory, un moscovita que aquel 31 de enero consiguió colarse con un pase VIP hasta dentro del espacio más codiciado aquel día en Moscú: el primer McDonald’s en abrir sus puertas en la Unión Soviética.

La larga espera y los precios altos (tres rublos por una hamburguesa, unos cuatro céntimos de euro al cambio actual) no desanimaron a nadie: «Empezabas el año comiendo en McDonalds con alguien, ¡era un buen comienzo!», añade con nostalgia en la mirada. Algunas familias sólo se permitieron «un batido para varios, o unas patatas fritas y una cocacola» compartida, recuerda Gregory. En aquel momento, las hamburguesas de McDonald’s eran una especie de artículo de lujo:
«Pero daba igual, aquello era una puerta a occidente, estábamos en la cara oculta de la Luna».