Fueron las deudas las que llevaron a Dostoievski al amor verdadero.
En 1866 firmó un contrato con su editor que preveía para él un sueldo de tres mil rublos que pasarían a manos de sus acreedores a cambio de los derechos de edición de todas sus obras, y el compromiso de entregar una nueva novela ese año. Si no, perdería todos los derechos patrimoniales sobre sus obras.
Dostoievski entonces contrató a Anna Grigorievna Snitkina, una taquígrafa veinteañera a quien dictó en 26 días El jugador.
El libro que los unió, El jugador, fue un cruce de caminos en la vida de Dostoievski: fue concebido mientras su primera esposa, Maria, agonizaba; una de las protagonistas, Polina, está inspirada en su amante; y su segunda mujer, Anna Grigorievna, el amor de su vida, lo transcribió.
Cuentan que cuando se despedían en la estación, Dostoievski desde el otro lado de la ventanilla ponía una mano en el corazón y en la otra marcaba con los dedos los días que iba a estar lejos. Fue el gesto tierno de un hombre triste, luchador, de voz imponente, que pasó de revolucionario a conservador pero que siempre creyó que «la belleza salvará al mundo».