Te quiero, muñeca

Los amores de plástico se abren camino en todo el mundo. Una empresa fabricante de muñecas desveló hace meses el caso de un hombre millonario que fue abandonado por su esposa tras estar casados 35 años y mandó fabricar una muñeca de plástico idéntica a ella.

Algo así me encontré cuando entrevisté a Yuri Tolochko, que cree haber encontrado a la esposa perfecta. Este culturista popular en Rusia subió a internet en 2020 una imagen en la que se le ve en un restaurante pidiendo matrimonio a Margo, una muñeca sexual con la que llevaba un tiempo saliend. Lo último que sé de él es que ha publicado que Margo se había roto y que la había llevado a arreglar.

Investigando, encontré el documental Silicone Soul, de Melody Gilbert, que fue estrenado en 2018 y examina el comportamiento de la vida de los hombres (y también mujeres) que conviven con muñecas en formato de pareja o amistad. En él profesionales de la psicología detallan como algunas personas desarrollan relaciones «completas» con muñecas, pero a la vez avisan de que «estamos perdiendo la capacidad de interactuar con otros humanos, y queremos sólo lo fácil y lo que está bajo nuestro control».

En casos extremos, una muñeca es el último asidero para no caer por el precipicio de la soledad más absoluta. En Rusia todavía recuerdan la noticia del pensionista hallado por la Policía en su casa en 2018: llevaba meses muerto, y estaba momificado en la cama abrazado a una muñeca de trapo de tamaño natural que al parecer él mismo había ensamblado con trozos de tela y unas toallas rosas con las que había recreado unos enormes pechos. Demasiado perturbador para este blog.

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