Estábamos todos tan pendientes de lo que iba a decir de Trump y Obama, que se nos olvidó preguntar a Putin lo que pensaba de las prostitutas. Pero lo dijo: «Ellas son las mejores del mundo».

La de EEUU ha sido la campaña electoral más rusa que ha conocido ese país. Moscú ha disfrutado viendo a Clinton y Trump zurrándose con la balalaika: si el republicano alababa a Putin, bien. Si la demócrata acusaba al Kremlin de manejar la campaña, mejor. Moscú está acostumbrado a hacer de malo de la película. Si a la vez puede hacer de bueno, estupendo.

Pero la historia de que Trump vino, fornicó, fue grabado por los rusos y ganó las elecciones tiene -fascinaciones aparte- muchas sombras de duda. Putin ayer las extendió sobre el mantel.

«Así que Trump vino y acto seguido fue a ver a las prostitutas de Moscú», ha ironizado Putin, que ha recordado que «se trata de una persona adulta y, además, de alguien que durante mucho tiempo se dedicó a la organización de concursos de belleza y hablaba con las mujeres más bellas del mundo. Me cuesta imaginarlo en un hotel ruso con chicas de dudosa reputación». El presidente ruso ha agregado que los que fabricaron el informe comprometedor contra Trump son «peores que las prostitutas».

También adoptó un tono más serio para afirmar que la prostitución es «un fenómeno social grave, horrible».

A su juicio, todo esto es uno más de los intentos de deslegitimar la «convincente» victoria electoral de Trump, a quien dijo no conocer personalmente, y de tratar de «atarle de pies y manos» para que no pueda «cumplir sus promesas al pueblo estadounidense».

Una vez más, la rueda de prensa de Putin no fue un evento más. La prensa rusa tenía esta mañana un pescado demasiado fresco que cortar. Steve Rosenberg ha hecho repaso en un tuit.

Putin…prostitutes…President Elect Trump. Today’s Russian papers make interesting reading. pic.twitter.com/2hfNMr4308

— Steve Rosenberg (@BBCSteveR) 18 de enero de 2017

El viernes tendremos a un nuevo presidente de EEUU que ha presumido en público de su miembro viril y quiere llevarse bien con un presidente ruso que alaba a sus prostitutas: producto nacional. El término ‘postmodernidad’ se nos está quedando pequeño.