Putin se vacunará hoy contra el coronavirus. Lo anunció aprovechando una comparecencia en la que criticó a la UE por no mostrar interés por la Sputnik. El presidente no ha dicho con cual de las tres vacunas rusas se va inmunizar. De hecho hay una cuarta vacuna cuya fase de pruebas ha terminado en Rusia y que es de una sola dosis. La vacunación en Rusia avanza lenta, pero Putin insiste en que es un asunto voluntario y personal.

En verano algunos expertos dijeron que Rusia había tomado una decisión peligrosa al saltarse la fase 3 de las pruebas. Putin trató de acallar las críticas difundiendo que se acababa de vacunar a una de sus hijas.

En 1768 Catalina la Grande de Rusia hizo que le pusiesen una incierta vacuna contra la viruela. Se encargó el médico británico Thomas Dimsdale, que por si acaso dejó los caballos listos en la entrada del palacio por si la inoculación salía mal y necesitaba escapar del linchamiento de los súbditos enojados que rodeaban a la zarina. La operación se mantuvo en secreto y Catalina se recuperó con éxito. 

Catalina no se vacunó por salvarse a sí misma sino por salvaguardar la salud de sus desconfiados súbditos. «Mi objetivo era, a través de mi ejemplo, salvar de la muerte a la multitud que, sin conocer el valor de esta técnica y temerosos de ella, estaban en peligro», dejo escrito la emperatriz. En 1800, se administraron alrededor de dos millones de dosis en el Imperio ruso. Gracias a la audacia de Catalina a la hora de demostrar la seguridad y eficacia del invento, se salvaron millones de vidas. La viruela tenía una tasa de mortalidad del 40%, y buena parte de los afectados se quedaba ciego. Según los estándares actuales, aquel método de vacunación parece extremadamente inseguro, pero para la época era bastante aceptable, porque la mortalidad de las personas vacunadas de esta manera era de solo alrededor del 2%, 20 veces menos que en las no vacunadas.