Churkin, el hombre que sabía decir ‘no’

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El embajador ruso ante la ONU, Vitali Churkin, que durante años se encargó de combatir las críticas occidentales y explicar la política de Moscú en Ucrania y Siria, falleció el lunes 20 de febrero en Nueva York a los 64 años. Era el embajador más veterano en Naciones Unidas. Un puntal del Kremlin en Nueva York, para el cual la diplomacia debía ser una lucha contra la hegemonía de Occidente. Tenaz. Ingenioso. Firme.Y siempre acompañado de voluminosos informes para entender el mundo mejor. 

Churkin fue quien defendió, en los últimos once años, todas las grandes decisiones de política exterior que tomaba el presidente ruso, Vladimir Putin: la guerra contra Georgia, la anexión de Crimea, el apoyo a los separatistas en el este de Ucrania. Defendió sin complejos los puntos de vista de Moscú alegando que el régimen de Bashar al Asad estaba en guerra total contra «terroristas». Y acusó en numerosas ocasiones a Occidente de forjar revoluciones en contra de Rusia en contextos como el de la guerra en Ucrania. El tono moralizante de EEUU, su arrogancia y excepcionalismo, le causaba un rechazo pero le animaba en la refutación. Siempre con claridad y sin tapujos. 

Con la guerra de Siria se mostró duro como una roca. Durante el mandato de Churkin Rusia interpuso seis veces su veto a resoluciones contra Bashar Asad. Para la historia quedan sus duelos con Samantha Power, que le daba la réplica desde la bancada de EEUU. Con frecuencia la aleccionó públicamente sobre cómo el ‘currículum’ de bombardeos de EEUU deslegitimaba muchas de sus críticas a las intervenciones de Rusia en Siria. La misma jugada hizo cuando recientemente un embajador británico le pidió que Rusia devolviese Crimea: “Devuelvan las Malvinas y Gibraltar”, le respondió. 

Diplomático de carrera nacido en Moscú, estudió inglés desde joven. De niño había hecho de pequeño Lenin en una película. Pero fue el servicio exterior lo que le hizo volar más lejos. Se graduó en el Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú y comenzó su carrera en el servicio exterior soviético trabajando como traductor.

Churkin era embajador ante Naciones Unidas desde abril de 2006, tras pasar por Canadá y Bélgica. Sus primeros pasos los dio en el Ministerio de Exteriores de la entonces Unión Soviética, donde ingresó en 1974. Los periodistas extranjeros de aquellos años recuerdan sus ponderados análisis en el periodo incierto de Gorbachov. Logró encabezar la embajada de su país en Washington entre 1979 y 1987, un periodo intenso, con la Guerra Fría liderando las preocupaciones de ambos países. 

En la guerra yugoslava, el diplomático representó al presidente Boris Yeltsin en las negociaciones -muchas veces estériles- para terminar el conflicto. Luego pasó por las embajadas en Canadá y en Bélgica. Churkin era bueno con los idiomas: hablaba con fluidez inglés, francés y mongol.

El embajador adjunto de Rusia ante la ONU, Petr Iliichev, aseguró que Churkin estuvo trabajando «hasta el último momento». «Toda su vida estuvo dedicada a defender los intereses de Rusia», dijo Iliichev visiblemente emocionado. 

Le sobreviven su esposa, Irina, su hijo, Maxim. Y también su hija Anastasia, que trabaja para el canal estatal Russia Today, otro puntal del Kremlin para ‘vender’ su visión global al resto del mundo. 

(Vitali Ivanoich Churkin. Moscú 21 de febrero de 1952- Nueva York 20 de febrero de 2017)

Obituario publicado ayer, 27 de febrero, en la edición de papel de EL MUNDO

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